La minería del oro ha arrasado 1.300 kilómetros cuadrados de selva desde el inicio de la crisis económica en 2007, acaba de calcular la científica puertorriqueña con imágenes de satélite. Es una superficie equivalente a más de dos veces la ciudad de Madrid. El estudio, publicado hoy en la revista Environmental Research Letters, ha detectado cuatro puntos calientes que concentran el 90% de la deforestación: los bosques húmedos guayaneses distribuidos por Surinam, Guyana, Guayana Francesa y Venezuela (41%), la selva amazónica suroccidental en Perú (28%), la región amazónica brasileña entre los ríos Tapajós y Xingú (11%) y los bosques húmedos del Magdalena-Urabá en Colombia (9%).
“Actualmente, la minería del oro es una de las principales causas de deforestación en algunos de los bosques tropicales más importantes de Sudamérica”, denuncia Álvarez. Su trabajo muestra que la destrucción se ha disparado desde el inicio de la crisis. Antes, entre 2001 y 2006, la deforestación por el oro afectó a solo 377 kilómetros cuadrados.
La propia investigadora señala a los culpables de esta nueva fiebre del oro: la mayor venta de joyas, sobre todo en China e India, y la propia crisis económica, que ha hecho que los multimillonarios inviertan en el metal amarillo como valor refugio. Y esta mayor demanda de oro ha multiplicado su precio. En 2000, la onza de oro, unos 31 gramos, se pagaba a 250 dólares. En 2013, alcanzó los 1.300 dólares.
La multiplicación por cinco del precio del oro ha hecho que ahora sea rentable extraerlo incluso del subsuelo bajo las selvas vírgenes más remotas, expone Álvarez. “El departamento peruano de Madre de Dios, una de las zonas con mayor riqueza biológica de la Tierra, perdió 400 kilómetros cuadrados de bosques entre 1999 y 2012 debido a la minería del oro”, advierte su estudio. Allí, “una hectárea de selva puede albergar 300 especies de árboles”, afirma Álvarez.
Madre de Dios, con 575 especies de aves y bautizada “la capital de la biodiversidad del Perú” por las autoridades, ha dejado además de ser una zona remota, gracias a la llegada de la nueva Carretera Interoceánica, que conecta con Brasil. “La construcción de esta importante vía terminará con el aislamiento en que se encuentra la región Madre de Dios por tanto tiempo olvidada”, afirma el Ministerio de Transportes peruano.
Álvarez alerta de que un tercio de la deforestación por el oro en Sudamérica se ha producido a menos de 10 kilómetros de zonas estrictamente protegidas —como los parques nacionales Rio Novo (Brasil) y Bahuaja Sonene (Perú)—, envenenándolas con el mercurio que se emplea para extraer el oro de la roca. Esta contaminación también afecta la salud de la población. En Madre de Dios, un estudio de la investigadora Katy Ashe, de la Universidad de Stanford (EEUU), detectó en 2012 elevados niveles de mercurio en personas que vivían a cientos de kilómetros de las minas.
“No quisiera dar la impresión de que estoy demonizando a los mineros. Muchos mineros independientes que he conocido, artesanales o de pequeña escala, están dispuestos a llevar a cabo una minería responsable con el ambiente y la sociedad”, subraya la ambientóloga puertorriqueña, que firma su estudio con su colega Mitchell Aide.
Además, Álvarez recuerda que, pese a sus altos costes medioambientales, la minería del oro es importante para las economías de algunos países de Sudamérica. En Colombia, el sector genera 140.000 puestos de trabajo, según el Centro de Estudios y Documentación Latinoamericanos, con sede en Amsterdam (Países Bajos). En Surinam, 60.000 personas viven del oro.
“Para reducir la deforestación que se está produciendo con el fin de extraer oro en bosques tropicales, es importante que los consumidores sean conscientes de los impactos ambientales y sociales de comprar joyas de oro o invertir en oro”, sentencia Álvarez.
Basado en el artículo de M. Ansede, en El País, Madrid (14 enero 2015). Foto de maquinaria pesada en una mina de oro junto al río Araza (Perú), Nora Álvarez. Más informaciones en este artículo.