América del Sur natural y silvestre: un mito

América del Sur natural y silvestre: un mito

por Eduardo Gudynas -Es muy común que América del Sur sea presentada como un continente dominado por una naturaleza silvestre, con enormes extensiones naturales y recursos naturales casi inagotables. Se supone que las grandes transformaciones ocurrieron en otras regiones del planeta; la contaminación sería un problema de los países industrializados en el norte pero no tanto aquí en el sur.

Esas imágenes a su vez alimentan la idea que es posible continuar extrayendo recursos naturales o contaminando las aguas, ya que eso no tendría mayores efectos precisamente porque contaríamos con esas enormes reservas naturales.

Sin embargo, hoy, adentrándonos en el siglo XXI, debemos reconocer que esas ideas están muy equivocadas. Muy por el contrario, estamos siendo testigos de una enorme transformación ecológica a escala continental con lo cual buena parte de ese acervo ecológico desapareció, y el deterioro ambiental avanza a un ritmo mucho mayor a las medidas de conservación ambiental.

En el presente breve reporte se repasa esa situación y algunos de los problemas ambientales que están directamente vinculados a esa situación.

Una muy alta presión sobre los recursos naturales.

En el pasado reciente, los altos precios de las materias primas desencadenaron una intensa apropiación de recursos, ampliación de las áreas de explotación, y diversificación de rubros que eran extraídos en cada país. Si bien más recientemente los precios de muchos de esos commodities bajaron o la demanda se redujo, la respuesta en varios países apuntó a compensar los menores ingresos por exportaciones por medio de un aumento de los volúmenes extraídos y la ampliación de la frontera extractivista.

La consecuencia directa de esto incluyó volcarse a buscar materias primas dentro de dos tipos de sitios que se mantenían más o menos al margen: las áreas naturales protegidas o los territorios indígenas. A su vez, se apuntan a yacimientos de menor calidad, con superficies afectadas mucho mayores, varios de ellos en lugares alejados y de alto valor en biodiversidad. Esto aumentó sustancialmente los impactos ambientales, desde aquellos vinculados a la megaminería como el avance de los monocultivos y sus secuelas de contaminación. Además, se amenazan sitios de muy alta biodiversidad, tales como la Amazonia de Ecuador bajo la expansión petrolera o en los trópicos de Bolivia por los planes de nuevas represas hidroeléctricas.

Estamos siendo testigos de una antropización a gran escala en algunas de las mayores ecoregiones sudamericanas. Por ejemplo, para la Amazonia se estima que la mitad de su cobertura vegetal se perderá al año 2050, se alerta que esa deforestación puede tener efectos de pérdida de biodiversidad todavía mayores (por fragmentación, extinciones encadenadas, etc), y se discuten efectos directo sobre el régimen climático dentro de América del Sur (1).

Se estima que aproximadamente más de la mitad de la superficie de la ecoregión del Cerrado (una de las mayores en superficie en el continente) fue antropizada, y que para la Caatinga es próxima al 50%; ambas se encuentran en Brasil (2). En el caso del Cerrado los principales factores directos e indirectos están relacionados con la ampliación de los monocultivos de exportación.

Existen reportes parciales que indican una situación análoga de antropización a gran escala en la ecoregión del Chaco.

Todas estas alteraciones recientes se suman a otras que tienen una historia más antigua. Desde finales del siglo XIX se perdió casi toda la Floresta o Mata Atlántica en Brasil; tiempo antes comenzó otra radical transformación que modificó para siempre las praderas, savanas y estepas en Uruguay y el centro de Argentina.

Si se toma el conjunto de todas estas alteraciones ecosistémicas, la desaparición de grandes ecoregiones y las alteraciones en otras, el resultado actual es muy claro: predominan las áreas artificializadas y modificadas. Múltiples indicadores muestran esto, desde la extensión de la desertificación y erosión de suelos a la pérdida de cobertura de bosques.

Tampoco puede olvidarse que muchas de esas regiones ecológicas no fueron silvestres en sentido estricto, ya que los pueblos indígenas intervenían en esos ambientes. Pero sus acciones se acompasaban a los ritmos ecológicos, y en muchos casos contribuyeron a la diversificación ecológica. Lo que ocurre en la actualidad es muy distintos, tanto por la gravedad de los impactos como por su extensión, con consecuencias que apuntan en otro sentido: contaminación y destrucción de ecosistemas.

Por todo esto, la imagen popular de América del Sur como un continente esencialmente natural y con grandes reservas ecológicas, es infundada. Es más, en muchas regiones se ha cruzado un umbral de modificaciones donde es difícil plantear restauraciones ambientales en corta escala de tiempo (como las praderas y savanas). Nuestra condición de antropización se parece cada vez más a la que se observa en Norteamérica o Europa.

Transformando la Naturaleza: la artificialización de América Latina es cada vez más similar a la de Norte América.
Los tonos de rojo expresan la proporción de influencia humana, tales como la transformación de la tierra, expansión urbana, etc. Basado en P. Kareiva y colab., Science 316: 1866-1869, 2007.

 

Las contradicciones en la política y la gestión ambiental

Ante esta situación, el marco normativo, la institucionalidad y las políticas deberían enfocarse en medidas urgentes para detener este deterioro a escala continental, preservar las áreas de mayor biodiversidad cuanto antes, y promover alternativas productivas y económicas para no seguir atrapados bajo los extractivismos.

Pero la realidad es que eso tampoco ocurre. Es cierto que se han dado algunos avances en las políticas ambientales que deben ser subrayados, tales como la creación de los ministerios específicos en ambiente en Chile, Perú y más recientemente en Argentina; o las exploraciones de abordajes multidimensionales, como la creación de un gabinete ministerial en sustentabilidad en Chile.

Pero por otro lado, los gobiernos han implementado todo tipo de flexibilizaciones ambientales para que las exigencias o controles no impidan la apropiación de recursos naturales. Las intervenciones en la gestión ambiental detrás de los reclamos por licencias ambientales “express” en Colombia, o las modificaciones del “paquetazo ambiental” en Perú para aligerar su supuesta excesiva “permisología”, terminan debilitando controles y exigencias. Todavía más graves son los decretos de liberación del ingreso de las petroleras dentro de áreas protegidas o indígenas en Bolivia, o la apertura a la explotación de hidrocarburos dentro del área del Yasuní en Ecuador. Medidas de este tipo son las que abren las puertas a una mayor destrucción ambiental, incluso dentro de las áreas protegidas, las que deberían ser nuestra línea de defensa para proteger la Naturaleza.

La inserción comercial internacional de América del Sur no ha cambiado, y se reforzó su papel como proveedor de materias primas, o sea recursos naturales, especialmente mineros, energéticos y agrícolas. Este encadenamiento ejerce una presión fortísima sobre los ambientes naturales. De hecho, el balance físico entre los recursos naturales importados y los exportados ha mostrado un déficit creciente desde 1970, llegando a aproximadamente una pérdida neta de 700 millones de toneladas de recursos por año hacia mediados de la década de 2010. Estos nuevos indicadores expresan un gran deterioro ecológico.

Todo esto ocurre no sólo por la debilidad o inefectividad en la gestión y políticas ambientales, sino porque se sigue repitiendo el mito de un continente silvestre, casi sin contaminación y con enormes extensiones silvestres. Esas falsas creencias impiden que se reconozca la irresponsabilidad de los estilos actuales de apropiación de la Naturaleza, y se termina tolerando o justificando, una y otra vez, que grupos minoritarios como los pueblos indígenas o los pobres del campo, sufran los impactos ambientales y sociales de ese tipo de emprendimientos.

La coyuntura política

Las alertas para proteger la biodiversidad sudamericana deben enfrentar elementos muy conocidos, propios de las viejas coyunturas, como son los apoyos estatales a emprendimientos de alto impacto o las prácticas empresariales que buscan sus ganancias a costa del ambiente. Pero hay otros elementos nuevos que deben ser tenidos en cuenta.

Se destaca la asociación entre corrupción y distintos emprendimientos de alto impacto ambiental. Entre los casos más conocidos se encuentran en Brasil (represa de Belo Monte en la Amazonia, desempeño de Petrobras, etc.), pero otro tanto se descubrió que ocurrió en otros países (como es el caso SQM en Chile). Todo indica situaciones similares en otros países, donde se están dando los primeros pasos en investigar a las corporaciones brasileñas (como ocurre en Colombia, Ecuador y Perú).

Tampoco puede pasar desapercibido el agotamiento de los progresismos, los que no han logrado articular políticas ambientales sustantivas. Por el contrario, en todas esas naciones el deterioro ecológico siguió su marcha o se agravó, y sobre ello se sumaron en varios casos los intentos de acallar y controlar las voces de los ambientalistas.

Reacciones ciudadanas y alternativas

Bajo estos cambios, la marcha de los debates públicos así como la movilización de grupos ciudadanos y su nivel de organización y coordinación, es muy variado. Existe un conjunto de organizaciones ambientalistas, académicos en distintas disciplinas, y otros actores sociales, que vienen alertando desde hace años sobre este creciente deterioro ecológico.

Los impactos ambientales de los extractivismos son tan intensos que han contribuido a promover mayor movilización y discusión en Ecuador, Bolivia y Perú, seguidos por Colombia, Argentina, Chile y Uruguay, y luego Paraguay. En Brasil los debates que vinculan de esta manera las estrategias de desarrollo y el ambiente son todavía comparativamente más débiles. Por ejemplo, solo recientemente ha comenzado una decisiva discusión sobre los extractivismos en forma independiente a las posturas gubernamentales. A la vez, muchos actores clave que en el pasado reciente apoyaban acríticamente a los gobiernos progresistas o sólo eran capaces de análisis basados en esquemas teóricos de académicos del norte, poco a poco están ganando en independencia y sus aportes sirven para mejores diagnósticos y enriquecen las discusiones.

Es importante subrayar que sigue avanzando la atención que se brinda a posturas como las de los derechos de la Naturaleza, o las alternativas al desarrollo enmarcadas en la perspectiva del Buen Vivir. Esos aportes, que nacieron desde el mundo andino, promueven una renovación sustantiva de las políticas ambientales que está claramente enraizados en los saberes y circunstancias sudamericanos.

Los derechos de la Naturaleza son de una importancia fundamental para desenmascarar el mito de una América del Sur natural, y a partir de ese reconocimiento, renovar las políticas y la gestión ambiental. No debe asumirse que eso es sólo posible en los países andinos, y deben celebrarse iniciativas en otras naciones (por ejemplo, en Argentina, el senado está tratando un proyecto de ley en esa materia). Esto muestra la importancia de los cambios en la ética ambiental.

Si bien muchos invocan los derechos de la Naturaleza o la idea del Buen Vivir, no siempre se reconocen sus profundas implicaciones. Es el que reconocimiento de los valores propios en lo no-humano es una postura radicalmente diferente a la que sostienen la modernización del desarrollo. Son nuevas opciones que parten desde otros modos de sentir y pensar la sociedad y la Naturaleza.

Cuando se reconoce que, en realidad, América del Sur sufre un severo deterioro a escala continental, y que aquella imagen de naturaleza silvestre es un mito, queda en claro que deben promoverse unas políticas y gestión ambiental no sólo mucho más enérgicas, sino con una actitud mucho más comprometida en preservar el ambiente.
Notas

(1) Véase por ejemplo Amazonia under pressure, RAISG (Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada), 2012, https://raisg.socioambiental.org/amazonia-bajo-presion-2012

(2) Véase por ejemplo para el Cerrado al Plano de Ação para Prevenção e Controle do Desmatamento e das Queimadas no Cerrado, Ministério do Meio Ambiente, Brasilia, Plano de Ação para Prevenção e Controle do Desmatamento e das Queimadas no Cerrado, http://www.mma.gov.br/florestas/controle-e-preven%C3%A7%C3%A3o-do-desmatamento/plano-de-a%C3%A7%C3%A3o-para-cerrado-%E2%80%93-ppcerrado
Para el caso de la Caatinga ver Desmatamento na Caatinga já destruiu metade da vegetação original, IBAMA, Brasilia, 2 marzo 2010, https://www.google.com/search?q=amazonia+under+pressure&ie=utf-8&oe=utf-8#q=caatinga+devastado
Eduardo Gudynas es investigador en CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social). Parte de estas ideas están basadas en una presentación realizada en el panel sobre los desafíos ambientales en América Latina en la conferencia de la red noruega de estudios sobre América Latina (NorLARNet), en Begen (2016).

Publicado en Ambiental.net, CLAES, Montevideo, el 5 de junio 2017.