Los “Ríos voladores” de la Amazonía

Los “Ríos voladores” de la Amazonía

 

por Alan Forsberg – Cualquiera que haya tenido que buscar un balde de agua sabe lo pesado que puede ser llevarlo a una gran distancia, sobre todo cuesta arriba. Por tanto, es una maravilla ver esas enormes cantidades de agua en lagos y glaciares en lo alto de los Andes. ¿De dónde vino toda esa agua y cómo llegó hasta allí?

A pesar de que Bolivia está tan cerca al océano Pacífico, es sorprendente saber que la gran mayoría de agua en el sistema climático de Bolivia viene desde el océano Atlántico. Esto se debe al hecho de que tanto la cordillera de Los Andes como los vientos alisios dominantes del este impiden en gran medida la transferencia de humedad desde el oeste. Sin embargo, el océano Atlántico está a 3.000 kilómetros de distancia y por lo general los niveles de lluvia de un continente disminuyen exponencialmente al incrementarse la distancia de la costa, poca humedad alcanza a llegar más de 1.000 kilómetros tierra adentro. Entonces, ¿por qué Bolivia no es un desierto?

Curiosamente, en Sudamérica ecuatorial los niveles de lluvia siguen siendo los mismos o hasta aumentan a medida que se desplaza al oeste de la costa atlántica. El Chapare, por ejemplo, es en realidad uno de los lugares más lluviosos del continente. Entonces, ¿cómo es que toda esa lluvia llega hasta aquí?

Esto se puede explicar por un antiguo proverbio hawaiano indígena: «Hahai no ka va i kaulula au» -, que traducido significa: “la lluvia sigue después de la selva”. Ahora la ciencia moderna finalmente confirma lo que los pueblos indígenas que viven en los bosques han sabido por mucho tiempo acerca de la importancia de los bosques para traer lluvia.

 

LA «BOMBA BIÓTICA DE HUMEDAD»

Los científicos han descubierto recientemente que una combinación de una «bomba biótica de humedad» y «ríos voladores» de la selva amazónica traen lluvias a Bolivia. A menudo se dice que la selva amazónica es el «pulmón del planeta», pero este bosque también funciona como el «corazón de la Madre Tierra» bombeando humedad del océano hacia el interior del continente y alimentando el gran sistema cardiovascular de los ríos, tanto terrestres (las venas) como atmosféricos (las arterias). Este corazón sólo hace eso gracias a la cubierta forestal casi continua desde la costa hasta el interior del continente. Así el bosque sirve como un acueducto hasta Los Andes y mucho más allá.

El bosque natural de la Amazonía tiene alrededor de 600 mil millones de árboles, y cada uno actúa como una gran máquina de evaporación alimentada con energía solar. Estos árboles gigantescos bombean agua subterránea desde sus raíces profundas hasta sus hojas donde lanzan hasta 1.000 litros de vapor de agua a la atmósfera cada día. Un metro cuadrado de bosque nativo puede contener entre 8 a 10 metros cuadrados de hojas y, por tanto, producen flujos de vapor de agua que, por unidad de superficie, son típicamente más de diez veces superiores a pastos o tierras de cultivo, e incluso superan de manera significativa lo de aguas abiertas. A fuerza de interceptar y reciclar la escorrentía, los árboles mantienen el agua en el aire, donde se sopla por los vientos dominantes por miles de kilómetros en lo que se conoce como «ríos voladores» de vapor de agua invisible.

En suma, los árboles de la selva amazónica bombean un increíble total de 20 mil millones de toneladas de agua (20 kilómetros cúbicos) del suelo a la atmósfera todos los días, lo que es más que la descarga de líquido del propio río Amazonas. Todo eso se alimenta de forma natural por una cantidad increíble igual de energía solar. Calculando solamente lo que evapora el bosque amazónico boliviano, la cantidad de energía solar utilizada sería equivalente a casi 50 veces la producción total de electricidad de Bolivia. Ese es un muy grande esfuerzo proporcionado gratuitamente por los servicios ecológicos del bosque, un valor oculto del que la mayoría de las personas no se da cuenta.

El bosque natural no sólo bombea la humedad a la atmósfera, sino que sus abundantes plantas y hongos también liberan sustancias químicas (compuestos orgánicos volátiles biogénicos y sales de potasio) que siembran las nubes que provocan lluvias. Así, el bosque tanto recibe como genera lluvia.

 

LOS «RÍOS VOLADORES» DE LA SELVA AMAZÓNICA

Estos procesos extensos de evaporación y precipitación en el bosque también crean baja presión atmosférica que se jala constantemente al aire húmedo del océano, de ahí el nombre de «bomba biótica de humedad». Pero esta bomba sólo funciona en los bosques naturales prístinos. Ni la vegetación de los bosques clareados artificialmente y explotados, ni de las plantaciones, pastizales o cultivos son capaces de activar la bomba biótica y mantener la humedad suficiente para la vida óptima.

Pero el corazón de la Madre Tierra no sólo riega al Amazonas, también brinda las lluvias que dan vida a decenas de millones de personas más allá de la selva tropical. Cuando los ríos voladores de vapor de agua alcanzan la barrera de Los Andes, fuertes lluvias caen al pie de las montañas. Los árboles continuamente interceptan la escorrentía y, como ascensores, alzan y lanzan esa agua a la atmósfera para que llegue hasta los glaciares y lagos en lo alto de los Andes.

Los ríos voladores también giran hacia el sur y traen la humedad vital hasta Paraguay, el norte de Argentina y el centro y el sur de Brasil – una región vibrante que representa el 70 por ciento del Producto Interno Bruto de América del Sur. De esta manera, el corazón de la Madre Tierra proporciona el agua para la mayor parte de la agricultura que alimenta la población de Sudamérica, y agua potable para las ciudades más grandes del continente.

 

EL AMAZONAS, PRINCIPAL “VENA” DEL “CORAZÓN DE LA MADRE TIERRA”

Ya está previsto que el cambio climático impactará severamente la disponibilidad de agua en Los Andes debido a efectos tales como el derretimiento de glaciares y nieve debido a la subida de temperaturas de aire. Bolivia es considerada como uno de los países más vulnerables a futuras reducciones en los suministros de agua porque cuenta con varias grandes ciudades situadas por encima de 2.500 metros sobre el nivel del mar que dependen de las reservas de agua de gran altitud, como los glaciares, bofedales y lagos para complementar las escasas precipitaciones durante la época seca. Es por ello que la deforestación constante en las tierras bajas del oriente sería muy imprudente. Se necesita el bosque natural de la Amazonía para llevar el aire húmedo a Los Andes y traer la lluvia. Si esta selva resulta dañada y destruida, las arterias de los ríos voladores serán cortadas y el corazón de la Madre Tierra se romperá.

 

Publicado originalmente en Los Tiempos, 16 de diciembre 2016, ver aquí…