Algunas partes de la selva amazónica están recibiendo mucho menos lluvia, lo que lleva a los árboles a absorber menos carbono, según un estudio publicado esta semana en la revista “Proceedings” de la Academia Nacional de Ciencias.
La investigación utilizó una nueva tecnología por satélite que mide las precipitaciones con mayor precisión que los anteriores enfoques, porque lo hace cortando a través de los cúmulos de nubosidad. Se estima que desde el año 2000 las precipitaciones disminuyeron en el 69 por ciento del territorio de la selva amazónica, un área que representa 5,4 millones de kilómetros cuadrados. La caída en las precipitaciones es aún más importante en las sabanas tropicales de la región, donde el 80 por ciento de esas zonas tienen antecedentes en la disminución de las lluvias.
Esta caída en el volumen de las precipitaciones es la responsable de la disminución en el «verdor» de más de la mitad de la región, tal y como es medido por el índice de vegetación diferencial normalizado (NDVI). Esto a su vez se traduce en una caída de la actividad fotosintética, lo que significa que la absorción de carbono por los árboles del Amazonas se está desacelerando.
Los resultados del estudio, que están alineados con otros que utilizaron diferentes metodologías, sugieren que la selva amazónica puede ser cada vez menos resistente a los efectos del cambio de clima. Esa es una perspectiva preocupante dada la importancia de la Amazonía como fuente de carbono, y por el papel de los ecosistemas en la generación de precipitaciones regionales.
Vale decir que hasta un 70 por ciento del PIB de América del Sur se produce en las zonas alimentadas por la precipitación de la Amazonía. Por esta razón los autores advierten que de continuar la tendencia al calentamiento se podría desencadenar un ciclo de retroalimentación positiva, que desplazaría la zona de convergencia intertropical (ITCZ) – una banda que rodea el planeta y maneja los patrones de lluvia actuales – hacia los polos, lo que incrementaría la sequía en la región. Eso a su vez agravaría los daños a la vida, estimulando el aumento de las emisiones y acelerando aún más el cambio climático.
«Nuestros resultados proporcionan evidencia de que la aridez persistente podría degradar el dosel de los bosques amazónicos, lo que tendría un efecto de cascada sobre la dinámica global de carbono y del clima», escriben los autores.
Fuente: Thomas Hilker et al (2014). Dinámica de la vegetación y las precipitaciones sensibilidad de la Amazonia. Actas de la Academia Nacional de Ciencias.
Este artículo fue escrito por Rhett A. Butler para Mongabay.