Enrique Vera
La primera vez que lo vio, Daniel Orizano trabajaba como guardabosque del Parque Nacional Yanachaga Chemillén, en la selva central del Perú. Eran casi las seis de la tarde, en el invierno de 2018, y todo a su alrededor empezaba a oscurecer. El pequeño ciervo cruzó el sendero que conduce hacia el puesto de control San Alberto, dentro del parque, y apenas dio tiempo al guardabosque para confirmar sus rasgos. No era el primer avistamiento de esta especie endémica del Perú, pero sí uno de los más cercanos en aquel enorme territorio que habita. Para ese momento, los estudios en torno al animal estaban en marcha.
Cuatro años después, Orizano, ya como especialista encargado del área de vigilancia y control del parque nacional, encabezaba un patrullaje por un sector en implementación para el turismo. Se trataba de una actividad de rutina que lo llevó hacia el borde de una laguna natural del Yanachaga Chemillén. Allí, el singular ciervo consumía helechos y bebía sin apuro. La luz del día y la quietud del animal ahora sí permitieron al especialista realizar varias tomas fotográficas. Los registros de esa mañana se sumaron a algunas imágenes de la especie, que habían sido captadas vía cámaras trampa como parte del monitoreo biológico de mamíferos del parque.
Fuera de estos registros recopilados por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas del Perú (Sernanp), hasta ahora no hay muchos más de la especie. Sin embargo, desde hace 15 años el científico Javier Barrio, vicepresidente del Centro de Ornitología y Biodiversidad de Perú (Corbidi), había empezado a colectar muestras del animal en diversas zonas de la selva central peruana. En la ruta Concepción-Satipo, región Junín, por ejemplo, Barrio halló dos pieles, correspondientes a dos individuos de la especie endémica. Según cuenta a Mongabay Latam, ambos habían sido víctimas de cazadores locales.
Los estudios de Javier Barrio, en colaboración con los investigadores Guillermo D’Elía, del Instituto de Ciencias Ambientales y Evolutivas de la Universidad Austral de Chile, y Eliécer Gutiérrez, de la Universidad Federal de Santa María en Río Grande do Sul (Brasil), fueron publicados el pasado 1 de marzo en el Journal of Mammalogy.
La investigación precisa que el Pudella carlae o pudú de la yunga peruana, como ha sido llamado, es la primera especie de cérvido descrita en el siglo XXI y la primera a lo largo de 60 años en América, es decir, hace más de seis décadas que en el continente no se hallaba una nueva especie de ciervo.
Antes de la publicación, solo estaba definida la existencia del Pudú puda, distribuido en el sur de Chile y áreas cercanas de Argentina, y del Pudú mephistophiles, que habita al norte del Perú, así como Ecuador y Colombia.
Los análisis genéticos y morfológicos realizados por el equipo de investigadores demostraron que el Pudú mephistophiles es un género que engloba a dos especies distintas. De acuerdo con el estudio, una es la típica, distribuida desde el extremo norte de Perú (en Tabaconas, Cajamarca) hacia Ecuador y la cordillera Central de Colombia, denominada Pudella mephistophila. Mientras que la otra, la especie endémica peruana recientemente descubierta, es la Pudella carlae, cuyo hábitat se extiende al sureste de la depresión de Huancabamba —sector ubicado entre Perú y Ecuador, donde está el punto más bajo de la cordillera de los Andes— hasta la región Junín (Perú).
“La especie era conocida desde 1968 en Perú, pero se identificaba como la misma que la del norte. Nunca nadie la había separado (…) Lo que hicimos nosotros, aparte de darnos cuenta de que la del norte no es una especie sino dos, fue volverla un género”, explica Javier Barrio.
Rasgos y diferencias
El mapa de distribución del Pudella carlae abarca los bosques nubosos de selva alta, pero la especie también llega a los bordes de puna húmeda. Por ello, el nombre común que Barrio le ha puesto es pudú de la yunga peruana, en referencia a la ecorregión de selva de montaña habitada por el animal. Al otro (Pudella mephistophila), que transita, principalmente, los páramos situados desde el extremo norte peruano hasta la cordillera Central de Colombia, el científico le ha llamado pudú del páramo ecuatoriano. Javier Barrio recuerda que tales diferencias en la distribución geográfica y ecosistemas fueron “la primera llamada de atención consciente” que tuvieron los investigadores en el desarrollo de la evaluación. “¿Por qué está como la misma especie si es totalmente diferente a la otra?, nos preguntamos”, cuenta a Mongabay Latam.
Daniel Orizano explica que los bosques nubosos albergan árboles de no más de 20 metros y, básicamente, de la familia lauraceae. “Creemos que de aquí sale el alimento principal del venado, pues son árboles productores de frutos que caen”, detalla. Otros árboles dentro del ecosistema frecuentado por el Pudella carlae, según Orizano, son el ulcumano y el diablo fuerte, ambos en peligro de extinción. “Se sabe poco de la especie, entre otras cosas, de su dieta. Pero pensamos que son netamente herbívoros. Dentro del tipo de bosque donde está hay poco de gramíneas o pastos. Mayormente hay helechos y frutos”, sostiene el especialista a cargo de la vigilancia y control del Parque Nacional Yanachaga Chemillén.
De acuerdo con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), la especie endémica del Perú se encuentra, además del Parque Nacional Yanachaga Chemillén, en el Santuario Nacional Pampa Hermosa, el Santuario Nacional Cordillera del Colán, el Bosque de Protección Pui Pui, el Bosque de Protección Alto Mayo, la Reserva Comunal Chayu-Nain y el Parque Nacional del Río Abiseo. Sin embargo, entre estas áreas protegidas, el Yanachaga Chemillén es una de las que comprende mayor extensión de los bosques por donde el Pudella carlae se desplaza. En cálculos de Daniel Orizano, más del 80 % de todo el territorio de aquel parque nacional (122 000 hectáreas) está cubierto de bosques nubosos o bosques montanos.
“Esta especie es habitante de la cordillera Yanachaga, y la hemos avistado, principalmente, en ese flanco occidental del parque”, indica.
El Pudella carlae tiene un pelaje de tonalidad rojiza (o entre marrón y anaranjada), y el rostro totalmente negro a excepción de la frente, que conserva la coloración del resto de su cuerpo. Sus orejas son claras y ovaladas. Conforme a los investigadores, llega a medir hasta 50 centímetros y pesa entre siete y nueve kilogramos. Todas son características que lo diferencian del Pudella mephistophila y del Pudú puda. Ambos tienen pelajes más oscuros y el rostro completamente negro, en el caso del que vive en el extremo norte de Perú, Ecuador y Colombia, o íntegramente marrón, en cuanto al que habita el sur de Chile.
La especie endémica peruana es de tamaño y peso intermedio en comparación con el Pudella mephistophila, de entre cinco y seis kilos, y el Pudú puda, que llega a pesar hasta 13 kilogramos.
Javier Barrio comenta a Mongabay Latam que el Pudella carlae es un animal solitario. “El único momento que va a estar en pareja es en la época reproductiva”, remarca.
Además, subraya el científico, no se trata de una especie cuyos individuos presentan marcas diferentes unos de otros, a diferencia, por ejemplo, de las tarucas. De ahí surge una de las dificultades para estimar cuántos Pudella carlae hasta ahora han sido registrados con fotos o captados a través de cámaras trampa.
“Uno de los problemas que hay con este animal ahorita es que se sabe poco, y de lo poco que sabemos es que es diferente. Nada más”, declara.
Riesgos para la nueva especie
Los investigadores coinciden en que la pérdida de hábitat es la amenaza más fuerte para el Pudella carlae. Javier Barrio considera que, si bien la ganadería suele ser la causa principal en otros ecosistemas, para la selva alta el peligro está en la deforestación con fines agrícolas. En el caso particular del Parque Nacional Yanachaga Chemillén, cuenta Daniel Orizano, el avance de los cultivos de rocoto o granadilla, por ejemplo, constituyen un grave riesgo, pues las poblaciones cercanas al área protegida siempre están en busca de bosques vírgenes para extender sembríos.
Otra amenaza que resalta el especialista del Parque Nacional Yanachaga Chemillén son los incendios forestales: pasan de los bosques de puna húmeda, donde se practica la tradicional quema de pastos naturales, hacia los bosques nubosos o achaparrados en que vive la especie endémica.
El investigador del Centro de Ornitología y Biodiversidad de Perú no incluye a la cacería como una amenaza para el Pudella carlae, pero sabe que a veces los matan para el consumo humano.
Por la zona donde se desplaza la especie descubierta, añade el científico, es muy probable que el puma sea uno de sus depredadores. Dentro de su amplio mapa de distribución, el puma habita bosques nubosos y de montaña como los que cubren gran parte del Parque Nacional Yanachaga Chemillén. Daniel Orizano refiere que allí han sido encontradas fecas de puma con pelaje de coloración bastante parecida al del Pudella carlae, y ello ha afianzado sus sospechas.
Para Javier Barrio, con base en los criterios que utiliza la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el Pudella carlae estaría en situación Vulnerable. No obstante, considera que, así como otras especies, debería estar en una categoría de amenaza incluso mayor, pero la causa de que no sea así es “porque la pérdida de su hábitat aún es lenta”. “Cuando la pérdida de hábitat es acelerada, o los números globales de pérdida son acelerados, ahí sí entran en categorías mayores”, precisa.
El hallazgo de esta especie endémica remarca la importancia que debe tener la protección de las áreas naturales y, en particular, aquellas donde se desplaza. En cuanto al Parque Nacional Yanachaga Chemillén, el Pudella carlae podría ser incluida como una especie prioritaria, junto con el oso de anteojos (Tremarctos ornatus) y el gallito de las rocas (Rupicola peruvianus), en el plan maestro a actualizarse el 2026.
Daniel Orizano dice que las estrategias que se implementan en el área natural protegida son por cinco años con el fin de promover la investigación, un sistema de monitoreo y así conocer en profundidad el estado de la población de estas especies. Una tarea para la cual el estudio sobre el llamado pudú de la yunga peruana, publicado a inicios de marzo, será fundamental.
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Reproducción del artículo de E. Vera en Mongabay (publicado el 15 marzo 2024), con algunas modificaciones.